Hace algunos meses asistía a una conferencia relacionada con los temas transversales que se contemplan en el currículo del actual sistema educativo. El ponente, en un ejemplo muy esclarecedor mostró cómo todos los grandes problemas del mundo- y por supuesto, los pequeños-, tenían solución. Solución matemática para ser más exactos. Un simple cálculo nos desentrañaba cómo con una mínima aportación de lo que en Occidente se desecha o forma parte de nuestros "lujos", podrían crearse escuelas, hospitales, talleres, etc. en los países subdesarrollados hasta llegar a un nivel aceptable de condiciones de vida.
Posiblemente, sea necesario tomar conciencia de esto y llevarlo a la práctica. En realidad, parece sencillo. Y lo es. ¿Dónde está la trampa? También es sencillo: no interesa. ¿A quién? Quizá tampoco nadie se atreve a decirlo. Tiene que haber un "Tercer Mundo" para que haya un "Primero" y un "Segundo". Sin duda, esta inconsciencia nos llevará a "necesitar" de un "Cuarto mundo". Y si no al tiempo, que dijera un paisano nuestro.
A nosotros nos viene largo y lejano este asunto, por lo que nuestras posibilidades de llevar a cabo alguna de estas empresas se desvanece en un gesto de buena voluntad, unas veces de modo personal, las menos; y otras apoyándonos en colectivos confiando en que tan noble gesto sirva, al menos, para tranquilizar nuestra conciencia. En cualquier caso, habrá servido para ocupar un espacio de cualquier medio de comunicación, con las connotaciones sociales que ello tiene. Tal vez sea el gesto que nos inmortalice.
Al tiempo que hago esta reflexión, no puedo dejar de pensar en el entorno más próximo. ¿Acaso no nos está sucediendo lo mismo? Llevados por ese ensimismamiento, por un afán de protagonismo sin sentido, permanecemos ciegos a la realidad social que nos circunda. ¿Acaso nuestros pueblos no están cayendo en otro "mundo", por abandono, por falta de infraestructuras imprescindibles, de medios, de recursos indispensables para algo que se ha dado en definir como Estado del bienestar, y en cuya construcción nos estamos dejando nuestro "estar regular" para "estar peor"?
Resulta difícil elaborar un modelo que sirva para todos y cada uno de los municipios de nuestra provincia. Más para un lego en temas políticos - de lo cual me precio -, y para quien desconoce datos reales de inversiones, lo que puede dificultar en algún modo éste planteamiento, sin embargo debidamente fundamentado.
Hecha esta pequeña advertencia, y hasta que alguien me brinde la oportunidad de manejar datos reales de los últimos años, me limitaré a trabajar con apreciaciones, con evidencias y datos que, aunque no estén cuantificados, están presentes en la retina de quienes sobrevivimos a esta absurda política que se aplica en nuestros pueblos en nombre de ese Estado del bienestar.
Durante los últimos años, observamos cómo existen municipios que paulatinamente van quedando deshabitados y, en consecuencia, abandonados. Las razones son múltiples, tantas que quizá por ello no nos merece la pena detenernos a examinarlas,- si no nos afecta, no nos interesa. De estos pueblos, no obstante, permanece en pie un frontón de verde reluciente construído con el fin de que algún político permaneciese en su sillón; en otros será centinela un esbelto Ayuntamiento de ladrillo de cara vista - que es lo que ahora predomina en este tipo de edificaciones-, en el que nadie sabe si alguien aprovecha todos los recursos que en su día se dispusieron para su mejor funcionamiento.
El asfaltado de calles, la desproporcionada ola de inauguraciones de "todo", -algo que me recuerda mis años de niño, cuando venía el Señor Gobernador, que era una persona casi supraterrenal, al que todo el mundo aplaudía sin saber por qué, y cuya misión era cortar un trozo de cinta con los colores de nuestra enseña nacional. Por cierto: ¿Alguien sabría explicarme que destino tenían estos trozos de cinta? ¿Están en algún museo de interés? Aún hoy, observamos cómo se inauguran autopistas por metros, calles por centímetros y Ayuntamientos por baldosas.
Que todos los españoles somos iguales ante la ley es algo que admito, no sólo porque lo diga nuestra Constitución. Que todos seremos iguales al fin del próximo milenio, no cabe la menor duda. Entonces, ¿Cuál es el planteamiento? Muy sencillo. Un número importante de municipios estarán deshabitados en un breve plazo de tiempo. Premisa importante para continuar con la disertación. Si admitimos esto, ¿qué sentido tiene esta desproporcionada inversión de bienes comunes en intereses muy particulares, tan particulares que afectan más al interés político que a los propios vecinos? ¿Quién paseará esa calle que hoy se está asfaltando con esmero, en una población en la que "sobreviven" acaso media docena de habitantes? Reitero mi respeto y consideración para todas y cada una de esas personas, así como mi consideración a una hipotética respuesta a mi teoría en base a " el apego a sus raíces". Esta expresión es la que siempre ha rebatido mi teoría, incluso cuando fue comentado hace varios años a relevantes personalidades en el ámbito político en nuestra provincia. Mi réplica es clara: acaso no intentamos ayudar a los otros "mundos" por miedo a que "pierdan sus raíces". ¿Por eso es mejor dejarles en su "trabajada miseria"? ¿O les devolvemos a su realidad en un vuelo especial para que prosigan en su merecida evolución?¿ O esperamos que intenten de nuevo el salto del estrecho, a ver si la próxima vez tienen menos suerte?
Permítanme que dude de que una sola de esas personas, que hoy habita uno de los pequeños núcleos de población próximos a su extinción, se apoyara en "amor a la tierra" ante una propuesta seria de mejora de su calidad de vida. Cuando es tan fácil renunciar a los propios principios,- y el que esté libre de pecado...-, se me antoja más fácil renunciar a algo absolutamente más etéreo.
Tomen una a una a estas personas, ofrézcanles una vivienda digna, servicios más que mínimos de limpieza, de luz y alcantarillado, recursos culturales en calidad y cantidad, una infraestructura de salud de atención algo más que "primaria", centros de enseñanza obligatoria para sus hijos a la vuelta de la esquina, centros polideportivos realmente dotados y accesibles, a más de un importante programa de apoyo al deporte base, asociaciones culturales, juveniles; posibilidades de ocio, talleres ocupacionales con orientación al mundo laboral perfectamente organizados, y un puesto de trabajo.
No se trata de "obligar" a abandonar un pueblo, sino de facilitar el acceso a una mejor calidad de vida a quienes mañana tendrán que abandonar ese mismo pueblo en peores circunstancias y, entonces sí, obligados. Para entonces, durante algunos años,- no demasiados-, se habrán seguido invirtiendo importantes sumas en servicios no necesarios, salvo para quien deba asistir al protocolo y corte de la cinta correspondiente.
Para quien no conozca la realidad que viven nuestros pueblos esto puede parecerles, en el mejor de los casos, una utopía. A quienes mantienen intereses, una barbaridad, aún conociendo esta realidad.
Sí, aquí también hay una solución matemática. Mientras continuo a la espera de recibir los números que sin duda avalan esta disertación, me apoyaré en algunas cuestiones que no dudo en que a alguien, ajeno seguramente a las instituciones -que a nadie gusta reconocer sus lagunas-, le hará pensar en la posibilidad de esa solución. ¿Qué presupuesto tiene cada uno de los municipios de La Moraña? ¿A cuánto asciende el montante de todos ellos? La deducción es clara. ¿No es posible ya hacer realidad esa utopía? Para quien considere que aún esto es insuficiente, añadiré más datos: ¿Cuál es el gasto de un morañego en desplazamientos a lo largo de un año, por diferentes razones: compras, ocio, visitas hospitalarias, consultas médicas, reparación de vehículos, etc.? ¿Cuánto gastamos en desplazamientos escolares? ¿ Qué peligro añadido existe en estos desplazamientos? ¿Y el movimiento de profesionales, médicos, maestros...? ¿Y la vivienda de todos ellos? ¿Qué porcentaje de los presupuestos de una localidad se gasta en fiestas? ¿Cuánto se gasta en apoyo a colectivos culturales, a asociaciones sin animo de lucro, a creación de puestos de trabajo, a potenciar la implantación de empresas, a la cualificación de trabajadores, a la mejora de la calidad de vida de los vecinos, al mantenimiento de las infraestructuras, a gastos de "representación", a "otros gastos", etc? El interrogatorio no tiene fin.
En realidad se trata de números. Tómenlos uno a uno, realicen una sencilla operación y comprobarán que nos movemos en los ámbitos de la realidad. Eso sí, condición indispensable será el renunciar a intereses políticos y personales, en intento de conseguir un verdadero bienestar para el conjunto de municipios. Insisto una vez más en la imposibilidad de ofrecer detalles por no disponer de datos cuantitativos, aunque dispongo en mi favor de una visión global de la que parecen carecer los que administran nuestros presupuestos, cuya ceguera e intolerancia les impide a veces alcanzar más allá de su ombligo.
Si a esto añadimos que ya existe un entramado asociativo que puede encauzar las diferentes propuestas, así como importantes aportaciones económicas, el proceso a seguir es más que sencillo. De haberse comenzado este planteamiento hace una década, ya estaríamos hablando de otro mundo rural. Esperemos que el tiempo no se vuelva contra nosotros por haber pecado de omisión.
En consecuencia, dénme un estadista y ...
Javier S. Sánchez
"El Diario de Ávila"
26 de agosto de 1996.
Posiblemente, sea necesario tomar conciencia de esto y llevarlo a la práctica. En realidad, parece sencillo. Y lo es. ¿Dónde está la trampa? También es sencillo: no interesa. ¿A quién? Quizá tampoco nadie se atreve a decirlo. Tiene que haber un "Tercer Mundo" para que haya un "Primero" y un "Segundo". Sin duda, esta inconsciencia nos llevará a "necesitar" de un "Cuarto mundo". Y si no al tiempo, que dijera un paisano nuestro.
A nosotros nos viene largo y lejano este asunto, por lo que nuestras posibilidades de llevar a cabo alguna de estas empresas se desvanece en un gesto de buena voluntad, unas veces de modo personal, las menos; y otras apoyándonos en colectivos confiando en que tan noble gesto sirva, al menos, para tranquilizar nuestra conciencia. En cualquier caso, habrá servido para ocupar un espacio de cualquier medio de comunicación, con las connotaciones sociales que ello tiene. Tal vez sea el gesto que nos inmortalice.
Al tiempo que hago esta reflexión, no puedo dejar de pensar en el entorno más próximo. ¿Acaso no nos está sucediendo lo mismo? Llevados por ese ensimismamiento, por un afán de protagonismo sin sentido, permanecemos ciegos a la realidad social que nos circunda. ¿Acaso nuestros pueblos no están cayendo en otro "mundo", por abandono, por falta de infraestructuras imprescindibles, de medios, de recursos indispensables para algo que se ha dado en definir como Estado del bienestar, y en cuya construcción nos estamos dejando nuestro "estar regular" para "estar peor"?
Resulta difícil elaborar un modelo que sirva para todos y cada uno de los municipios de nuestra provincia. Más para un lego en temas políticos - de lo cual me precio -, y para quien desconoce datos reales de inversiones, lo que puede dificultar en algún modo éste planteamiento, sin embargo debidamente fundamentado.
Hecha esta pequeña advertencia, y hasta que alguien me brinde la oportunidad de manejar datos reales de los últimos años, me limitaré a trabajar con apreciaciones, con evidencias y datos que, aunque no estén cuantificados, están presentes en la retina de quienes sobrevivimos a esta absurda política que se aplica en nuestros pueblos en nombre de ese Estado del bienestar.
Durante los últimos años, observamos cómo existen municipios que paulatinamente van quedando deshabitados y, en consecuencia, abandonados. Las razones son múltiples, tantas que quizá por ello no nos merece la pena detenernos a examinarlas,- si no nos afecta, no nos interesa. De estos pueblos, no obstante, permanece en pie un frontón de verde reluciente construído con el fin de que algún político permaneciese en su sillón; en otros será centinela un esbelto Ayuntamiento de ladrillo de cara vista - que es lo que ahora predomina en este tipo de edificaciones-, en el que nadie sabe si alguien aprovecha todos los recursos que en su día se dispusieron para su mejor funcionamiento.
El asfaltado de calles, la desproporcionada ola de inauguraciones de "todo", -algo que me recuerda mis años de niño, cuando venía el Señor Gobernador, que era una persona casi supraterrenal, al que todo el mundo aplaudía sin saber por qué, y cuya misión era cortar un trozo de cinta con los colores de nuestra enseña nacional. Por cierto: ¿Alguien sabría explicarme que destino tenían estos trozos de cinta? ¿Están en algún museo de interés? Aún hoy, observamos cómo se inauguran autopistas por metros, calles por centímetros y Ayuntamientos por baldosas.
Que todos los españoles somos iguales ante la ley es algo que admito, no sólo porque lo diga nuestra Constitución. Que todos seremos iguales al fin del próximo milenio, no cabe la menor duda. Entonces, ¿Cuál es el planteamiento? Muy sencillo. Un número importante de municipios estarán deshabitados en un breve plazo de tiempo. Premisa importante para continuar con la disertación. Si admitimos esto, ¿qué sentido tiene esta desproporcionada inversión de bienes comunes en intereses muy particulares, tan particulares que afectan más al interés político que a los propios vecinos? ¿Quién paseará esa calle que hoy se está asfaltando con esmero, en una población en la que "sobreviven" acaso media docena de habitantes? Reitero mi respeto y consideración para todas y cada una de esas personas, así como mi consideración a una hipotética respuesta a mi teoría en base a " el apego a sus raíces". Esta expresión es la que siempre ha rebatido mi teoría, incluso cuando fue comentado hace varios años a relevantes personalidades en el ámbito político en nuestra provincia. Mi réplica es clara: acaso no intentamos ayudar a los otros "mundos" por miedo a que "pierdan sus raíces". ¿Por eso es mejor dejarles en su "trabajada miseria"? ¿O les devolvemos a su realidad en un vuelo especial para que prosigan en su merecida evolución?¿ O esperamos que intenten de nuevo el salto del estrecho, a ver si la próxima vez tienen menos suerte?
Permítanme que dude de que una sola de esas personas, que hoy habita uno de los pequeños núcleos de población próximos a su extinción, se apoyara en "amor a la tierra" ante una propuesta seria de mejora de su calidad de vida. Cuando es tan fácil renunciar a los propios principios,- y el que esté libre de pecado...-, se me antoja más fácil renunciar a algo absolutamente más etéreo.
Tomen una a una a estas personas, ofrézcanles una vivienda digna, servicios más que mínimos de limpieza, de luz y alcantarillado, recursos culturales en calidad y cantidad, una infraestructura de salud de atención algo más que "primaria", centros de enseñanza obligatoria para sus hijos a la vuelta de la esquina, centros polideportivos realmente dotados y accesibles, a más de un importante programa de apoyo al deporte base, asociaciones culturales, juveniles; posibilidades de ocio, talleres ocupacionales con orientación al mundo laboral perfectamente organizados, y un puesto de trabajo.
No se trata de "obligar" a abandonar un pueblo, sino de facilitar el acceso a una mejor calidad de vida a quienes mañana tendrán que abandonar ese mismo pueblo en peores circunstancias y, entonces sí, obligados. Para entonces, durante algunos años,- no demasiados-, se habrán seguido invirtiendo importantes sumas en servicios no necesarios, salvo para quien deba asistir al protocolo y corte de la cinta correspondiente.
Para quien no conozca la realidad que viven nuestros pueblos esto puede parecerles, en el mejor de los casos, una utopía. A quienes mantienen intereses, una barbaridad, aún conociendo esta realidad.
Sí, aquí también hay una solución matemática. Mientras continuo a la espera de recibir los números que sin duda avalan esta disertación, me apoyaré en algunas cuestiones que no dudo en que a alguien, ajeno seguramente a las instituciones -que a nadie gusta reconocer sus lagunas-, le hará pensar en la posibilidad de esa solución. ¿Qué presupuesto tiene cada uno de los municipios de La Moraña? ¿A cuánto asciende el montante de todos ellos? La deducción es clara. ¿No es posible ya hacer realidad esa utopía? Para quien considere que aún esto es insuficiente, añadiré más datos: ¿Cuál es el gasto de un morañego en desplazamientos a lo largo de un año, por diferentes razones: compras, ocio, visitas hospitalarias, consultas médicas, reparación de vehículos, etc.? ¿Cuánto gastamos en desplazamientos escolares? ¿ Qué peligro añadido existe en estos desplazamientos? ¿Y el movimiento de profesionales, médicos, maestros...? ¿Y la vivienda de todos ellos? ¿Qué porcentaje de los presupuestos de una localidad se gasta en fiestas? ¿Cuánto se gasta en apoyo a colectivos culturales, a asociaciones sin animo de lucro, a creación de puestos de trabajo, a potenciar la implantación de empresas, a la cualificación de trabajadores, a la mejora de la calidad de vida de los vecinos, al mantenimiento de las infraestructuras, a gastos de "representación", a "otros gastos", etc? El interrogatorio no tiene fin.
En realidad se trata de números. Tómenlos uno a uno, realicen una sencilla operación y comprobarán que nos movemos en los ámbitos de la realidad. Eso sí, condición indispensable será el renunciar a intereses políticos y personales, en intento de conseguir un verdadero bienestar para el conjunto de municipios. Insisto una vez más en la imposibilidad de ofrecer detalles por no disponer de datos cuantitativos, aunque dispongo en mi favor de una visión global de la que parecen carecer los que administran nuestros presupuestos, cuya ceguera e intolerancia les impide a veces alcanzar más allá de su ombligo.
Si a esto añadimos que ya existe un entramado asociativo que puede encauzar las diferentes propuestas, así como importantes aportaciones económicas, el proceso a seguir es más que sencillo. De haberse comenzado este planteamiento hace una década, ya estaríamos hablando de otro mundo rural. Esperemos que el tiempo no se vuelva contra nosotros por haber pecado de omisión.
En consecuencia, dénme un estadista y ...
Javier S. Sánchez
"El Diario de Ávila"
26 de agosto de 1996.
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