Día 14 de agosto de 2012.
Frontón Municipal de Fontiveros.
22,00 horas.
La música es la expresión más fidedigna de la idiosincrasia de un pueblo. En ella se recogen tradiciones y leyendas, costumbres y evidencias que nos llevan y traen la esencia del paisaje y del paisanaje. Indagar en la tradición musical de un pueblo es ahondar en su alma revelando lo más íntimo. Sus entrañas laten a un ritmo y dibujan, en el pentagrama primero y en el espacio después, el pasado que encierra y el futuro que anhela.
Frontón Municipal de Fontiveros.
22,00 horas.
Conocer la cultura musical de un pueblo es vislumbrar sus rincones, el carcavón donde se fraguaron sus mitos y se abrazan sus raíces. La música es un arte, pero sobre todo es un lenguaje, el lenguaje más universal. Con él podemos descubrir y expresar, explorar y crear.
El abanico de posibilidades que nos ofrece la música permite la recreación mediante otras disciplinas y artes del tañido de nuestro corazón; el corazón, en este caso, del Valle del Tiétar. Es el momento en que se precisa de un molde en el que mostrar ese latido, el bullicio de las esencias. Así aparece la danza; con ella se dibuja en el espacio, mediante una sucesión plástica de imágenes, lo que nos dicta el mensaje musical. Las manifestaciones son tan abundantes como los pueblos del mundo. Así podemos recrear cada cultura en sus rasgos, su personalidad, de la muñeira gallega al vals vienés.
Alfoz Villa de la Adrada reivindica lo nuestro y nos invita a escudriñar en una cultura de olivo y castaño, jara y piorno. Y lo muestra con nuestro baile más característico: la jota. Antes, en el silencio del Valle, el trabajo discreto y cuidado de un experto: Daniel F. Peces Ayuso, prestigioso folklorista de Gredos, conocedor de sus ritmos y experto en danzas de la tierra que le vio nacer.
Daniel Peces ha sabido llegar a la esencia del baile, ha escarbado en sus huellas, las ha sacado a la luz y ahora lo muestra en este grupo compacto y versátil que da plasticidad ritual a cada danza. Es el compendio de un trabajo que abarca de la etnología al folklore y que en numerosas ocasiones nos hacen llegar.
Son muchos los encuentros folklóricos que han honrado con su presencia en diferentes provincias. En cada uno de ellos deshilachan con maestría toda una tradición, raigambre y herencia de un pasado singular y profuso en ritos; el bagaje de más de una década que es preciso cuidar y alimentar. Vale la pena y vale la vida cultivar lo que siendo nuestro no nos pertenece, pues lo heredamos de nuestros padres y hemos de legarlo a nuestros hijos.
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