sábado, 22 de junio de 2013

Así se vivío el acto poético dedicado a Segundo Bragado

 
 
Desde la Casa del Concejo
 
 
         La frescura de la gota de lluvia, el hechizo de la flor, la fascinación de la vida que nace en secreto bajo la tierra y la cadencia del canto del alcaraván y del mirlo, son la génesis de un verso limpio, sin barroquismos. Nace un discurso, pleno de sensaciones, que inunda el corazón de quien se acerca a su melodía de hombre de pueblo. Embebido casi siempre en un halo de misterio que germina en su interior a zaga de la huella de los clásicos arevalenses, los místicos y el labrador que labora en la besana.
                  Del Grupo de Poetas Morañegos - creado al vuelo del IV Centenario de San Juan de la Cruz- a la Cátedra “José Zorrilla” de Valladolid; de “Piedra Caballera” a “La Llanura”; de los Actos a Fray Luis de León en Madrigal de las Altas Torres a los “Perfiles Literarios arevalenses” o los “Poemaríos” de Cruz Roja.
         El poeta nace, y se hace a fuego lento como un buen vino o un gran amor. La esencia de sus versos, el perfume de su palabra lo encuentra en dos fuentes: la naturaleza en su conjunto y el ser humano en su verdad intrínseca, sin sutilezas, sin sofismas.
          A veces se reinventa rescatando vocablos extraviados, ejerciendo de mecenas de un lenguaje que se nos va por entre los dedos como el agua de lluvia. Y otras veces, en la quietud de su morada interior accede al Olimpo de los elegidos para regalarnos la palabra serena y lúcida. “La inspiración - dice- tiene como piedra angular la contemplación, la reflexión y el trabajo permanente”. Y ya bien entrados en el siglo XXI, declara en “La Llanura”, “siguen teniendo vigencia cosas tan simples como el canto de un grillo, la canción serena del arroyo, el perfume de una flor o la cándida sonrisa de un niño”.
          Nos convoca esta tarde el poeta de “Gotas de lluvia” y “Con los pies en la tierra”, dos manuales para el aprendiz de sensibilidades, ora impresionista ora expresión viva de la tierra. Se define como “un humilde paladín de una poesía rutilante y caprichosa que, cual sombra y luz, permanentemente me acompaña-dice-, siendo un paraguas en los días lluviosos y alimento y abrigo en los duros invernales”.
         Amistad y poesía en este entorno mudéjar, verso y música desde el ajimez y las celosías que invitan a contemplar la obra de quienes nos precedieron y dejaron su indeleble huella.
 
         “La Alhóndiga”, Asociación de Cultura y Patrimonio, en su afán de perpetuar la palabra, el lienzo, el barro y los eternos acordes de las artes, viene este solsticio de verano, con el cortejo de la luna llena, a conceder sus honores a un poeta arevalense, “amante de las cosas sencillas y naturales” que solo busca “la verdad y la belleza de las cosas”.
          “Gotas de lluvia” quiere ser el recuerdo imborrable, más allá de su poesía, de una persona reflexiva y solitaria, afable y comprometida: Don Segundo Bragado Jiménez.












































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































        
        
 

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