miércoles, 20 de junio de 2012

Ecos del "POEMARÍO"

No llegamos al centenar, por poco. En la Casa del Concejo contamos hasta noventa y seis asistentes a nuestro “II POEMARÍO”. Tarde apacible, enclave idóneo con vistas a los lienzos de Germán R. Rubio y espacio abierto para la creatividad.
           
            Atinado estuvo el Presidente de Cruz Roja de Ávila, Javier Cerrada, al destacar la virtud de conjugar poesía y medio ambiente, disciplinas tan distintas como distantes. Claro, que si abrimos el glosario: agua, ríos, naturaleza; y soles, y nubes, y mares; encontramos muchas ventanas azules, mensajes de optimismo, abiertas al futuro.

            Traspasó el pórtico Segundo Bragado, experimentado juglar morañego que abarca una amplia gama de tonalidades, del pardo de la besana al amarillo de los chopos. Abrió la puerta a la certidumbre, esbozando un mensaje al que darían forma los poetas que se acercaron a la tarde arevalense.

            Como poeta, Genaro Manzano nos dejó su canto a “La naturaleza y la nieve”; y como rapsoda, dibujando versos en el aire, se adentró en las imágenes de Benítez Carrasco, que tanto gusta de declamar.

            A estas alturas del recital aún no habíamos visto pestañear a Silvia Sánchez, Coordinadora Provincial de Cruz Roja de Ávila. Luis del Río, Presidente de Cruz Roja de Arévalo, respiraba serenidad y disfrutaba del evento. La atención del público, su disposición, invitaba a los poetas a dar lo mejor de sí.

            Es hermosa la lluvia. La vida despertó al repiqueteo, la llamada de la nube sobre el campo cansado. Otra vez, el romance del agua vino a golpear sobre nuestra alma impasible, recordándonos que es hora de mirar hacia arriba, levantar los brazos y empaparnos de vida. Y luego, seguir respirando el aire fresco, alimentando la verdad de una lluvia nueva. Este fue el canto de María Jesús Eleta.

            Pausado, con la serenidad de quien se sabe aprendida la lección y el respeto de quien no debe dar la sensación de que la sabe, Elías González acercó “La caracola” a nuestro oído, revelándonos, en una suerte de nostalgia, sus recuerdos de niñez. Poesía envolvente, de cadencia lenta y alargada sombra. Retomó su sombrero con la misma mesura con que lo había dejado sobre la mesa donde, con sus gafas, formó un curioso bodegón.

            Isa Mary Coll se recreó en “Recuerdos acuáticos” de su infancia del Almar al Tormes. Acompañó sus versos, hermanando música y poesía, la guitarra de Charo Alonso, que había venido desde Fontiveros para cantar y contar. La palabra se hizo sonido envolvente y nos invitó a descubrir nuevos paisajes, llevándonos y trayéndonos a universos de paz y de sosiego.

            Habíamos cruzado el ecuador y los Voluntarios de Cruz Roja mantenían su sexto sentido en alerta para que la tarde no se desbordase. Fue en ese momento cuando Julia Alonso se percató de que habíamos olvidado, precisa y paradójicamente, el agua. Ensimismados en su mensaje los poetas, concentrados en su tarea los organizadores; o quizás porque el mensaje había calado de forma subliminal y estábamos dispuestos a no gastar una sola gota; nadie reparó en el desliz.

            Vitorio Canales, del grupo de poetas morañegos, nos dejó un canto al Adaja, prendido y prendado de su tierra natal. Los versos, en voz de Juan Carlos López, se desgranaron como saliendo de boca del propio autor “El pastor poeta de Pajares de Adaja”.

            Tras el objetivo de su cámara, Sara Escudero, Responsable del Plan de Medio Ambiente de Cruz Roja, vigilaba cortésmente cada movimiento y, de cuando en vez, como a los gladiadores, con el pulgar hacia arriba, nos insuflaba ánimo y templanza, lo que ni la experiencia ni Salamanca prestan en tamañas obras.

            Los muros de la Casa del Concejo lucían de gala, con la pancarta del “POEMARÍO” en su cabecera, flanqueada por algunos símbolos propios de Cruz Roja y los lienzos de Germán R. Rubio. Llegó Germán con nuevas creaciones, las que nacen en la introspección, la abstracción. Su simbolismo le permite crear imágenes tan elocuentes  como: “La ropa tendida, todavía llorosa…”

            Ausente, desde Valladolid, María Jesús Martín pudo escuchar los aplausos cuando María Jesús Eleta recitó su “Mar de Ávila”. Un poema que recorre la geografía abulense, desde las lágrimas azules a las aguas de plata. Fue el paso por la ingravidez de lo incierto en busca de un espacio propio; reivindicando, como Pedro Salinas, el valor de los pronombres.

            Juan Carlos López, como empapado de silencio y cuidado, tomó la palabra para evocar, en sepia de llanura y barro, a Miguel González, poeta arevalense. Sensibilidad hecha poesía, de lírica sencilla y callada y, a decir de Hernández Luquero, “poeta puro, amigo excelente, corazón sin sombras…” La tarde ya se había vestido de mudéjar y azul de ríos.

            Poesía en paz. La paz de quien busca en el río la risa y la calma, la luz y la esperanza en un futuro pleno de vida si somos  capaces de respetar lo que no nos pertenece; siendo legado de nuestros padres, estamos obligados a entregarlo en toda su vitalidad a nuestros hijos. Hermoso epílogo desde la ternura que emanaba Maite Jiménez.
           
            En esta armonía, y con la certeza de que el mensaje como agua de lluvia, agua de río, agua de mar, había calado en el auditorio, nos citamos para el próximo “POEMARÍO”.

“Nuestras vidas son los ríos; nuestros ríos son la vida”.

Javier S. Sánchez

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