Hace unos días me preguntaron por uno de los partidos de la Selección Española de Fútbol. Como quiera que la vida no me permite dedicar noventa minutos cada dos días a tirarme en el sofá a ver un partido de fútbol, sea de la Selección Española o de la Gimnástica Medinense, contesté que no había visto tal partido. A la cara de asombro de mis contertulios le siguieron expresiones del tipo “¡vaya español!”, “¡ni eres español ni eres patriota!” y otras semejantes.
Sinceramente no me he planteado en toda mi vida mi grado de patriotismo o españolidad, pero esta escena me hizo planteármelo. Decidí por tanto, llegadas las semifinales, apostarme en mi sofá “chaise-longue” y “vibrar” durante ciento veinte minutos con “la roja”. Sufrí, padecí, grité, puse banderas en todas las ventanas de mi casa, subí el volumen del televisor, salí a la calle a golpe de claxon. Desde ese momento, cada vez que me miro en el espejo me siento más español, más patriota. ¡Con lo fácil que era y no me había dado cuenta!
Además me di cuenta de que, mientras entretenía mi tiempo frente a la pantalla me olvidaba de los cinco millones de parados, de la pelea de los mineros, de los recortes en sanidad y en educación, e incluso de la bajada de mi sueldo y la subida del IRPF. Era la panacea, la solución a todos mis males. Es más, podría ser y de hecho era la panacea a todos los problemas de mis alumnos, de sus padres, de sus vecinos.
Y si conseguía prolongar este estado de placidez llevando a mi trabajo aquel penalti que no entró o aquel córner que no existió, estaría poco menos que a las puertas del paraíso. Presumiría de mi españolidad día y noche, en el trabajo y en mis ratos de ocio; ocuparía mis días y mis noches ayudando a mi país del modo más fiel y honrado. ¿Cómo se me había ocurrido perder el tiempo en otros asuntos durante años, como voluntario, realizando actividades para personas mayores o niños, coordinando grupos de teatro, dedicando tiempo a la música o la pintura…? ¿Cómo les iba a explicar a mis alumnos que durante el Mundial de España, 1982, en lugar de estar voceando en la calle estaba preparando los exámenes de final de curso, algo que ellos jamás comprenderían?
Deseo con todas mis fuerzas, para potenciar mi españolidad, que España se proclame mañana campeona de la Eurocopa. Pero… ¿y si pierde?
Si pierde aprenderé…
… que la vida no es un camino de rosas.
… que los éxitos llegan con esfuerzo.
… que lo que no cuesta no vale.
… que no siempre se gana.
… que hay vida fuera de un campo de fútbol, como la hay fuera de un teatro.
… que no puede cobrar más (muchísimo más) un futbolista que un cirujano o un maestro.
Y aún más, se lo diré a mis alumnos para que vean la otra cara de la realidad. ¡Vaya, se nos ha acabado el curso! Tendré que esperar a septiembre. Otra vez me ha pasado como a aquel cura que trabajaba en dos parroquias y los mejores sermones eran los que escuchaba –seguro que muy a su pesar-, el burro que le llevaba de una a otra.
Propongo a mis compañeros maestros hacer una selección de personas y organismos que, siendo o no españoles, pueden aportarnos algo más que “pan y circo”, (más circo que pan en todo caso).
Mi alineación comienza con estos tres nombres que, aprovechando que hoy no hay fútbol, me he encontrado en las noticias:
Pedro Cavadas
Gennet
Cruz Roja
¿Cuáles el tu once ideal? Plantéate de tarea para el próximo curso hacer con cada grupo de clase una alineación. Y luego trabajamos sobre ella. Quizás nos aporte mucho para acabar con la crisis más importante que tenemos: la de valores.
Comentarios
Cómo me veo identificado !!!!! Qué alivio!!!! Mucha lucidez.
Cómo me veo identificado !!!!! Qué alivio!!!! Mucha lucidez.
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