Un cargo es una carga, reza el dicho popular. Dicho lo cual, si a usted, por mor del azar o del zar de turno (también llamado eufemísticamente ´ libres designaciones´), le ha caído un cargo, debe presentar de inmediato una reclamación al organismo que corresponda. Es más, esa extensa legislación que nos rodea, debería dedicar una de sus líneas al rechazo de cargos. Algo así como: “Por la presente se le permite rechazar el citado cargo, si considerase no encontrarse capacitado para esta tarea., por su ineptitud, su falta de competencia, su falta de recursos para dirigir un equipo, o cualquiera otra causa que impidiera el buen desempeño del citado cargo”. Y, en todo caso, si a pesar de todo se produjera el nombramiento, en algún lugar del contrato debería decirse: “Usted se compromete a autocesarse en dicho cargo en el momento en que observase que cualquiera otra persona del equipo presente mejor proyección, más ganas de trabajar, entusiasmo en el buen hacer, así como las habilidades precisas para el correcto desempeño del mismo”. Usted puede ser un parásito, incluso el grupo puede ser parásito, pero la humanidad necesita seguir progresando, amigo mío, amiga mía.
Cuando alguien accede a un cargo como único candidato ya nos hace dudar de que sea la persona adecuada. La indiferencia del grupo –o del responsable de turno-, permite situaciones esperpénticas.
Uno de los vicios más extendidos entre los abducidos, elegidos siempre democráticamente, claro, es que una vez en el sillón habilitado al efecto de acoger semejantes posaderas, es suponer que el cargo en cuestión, por ciencia infusa, otorga al citado o citada, todos aquellos conocimientos, habilidades, artes y competencias que antes no tenía. Ciencia infusa. Como ese deportista circunstancial que un sábado por la mañana se enfunda el chándal nuevo y sale a no se sabe qué, pues andar no sabe, correr le agota y cualquiera otro ejercicio le crea numerosos problemas físicos y a veces psíquicos. ¿Por qué me habré metido en esto?, piensa. Y no tiene vuelta atrás, a menos que un esguince, de tobillo en este caso o neuronal en el otro, lo retire para gloria de la sociedad.
Les propongo un ejercicio: traten de imaginar a esos personajes fuera de ese cargo, sin ese cartel que ya les anuncia en la puerta de sus despachos como especie protegida, pero que en realidad no denotan nada; imaginen, véanlos fuera de su ámbito, fuera de su cubil, y observarán que no tienen un palmo de conversación, de argumentos, de nada. Tienen un recorrido corto, siempre previsible, monotemático, aburrido y denso.
Hay cargos que pululan por la vida como zombis, sin nada que aportar, sin talento, sin creatividad, esperando que otros les hagan su trabajo; gritando, descalificando, amenazando a todo cuanto sale a su paso. Hablan de forma soez las más de las veces para esconder sus miedos, sus carencias, sus complejos. Para hacerse ver, vamos.
Alguien tiene que hacer algo. Alguien debe controlar esos procesos mal llamados democráticos que eleva a estos especimenes sobre sí mismos, que flaco favor hacen a la sociedad, si no es moverse por un puñado de halagos, a merced de quien los apadrina con el único fin de que bailen a su ritmo.
Si usted tiene un cargo tiene una carga, pero si no lo tiene, tiene la enorme carga de cargar con esos carguillos que pululan por despachos que les vienen grandes y están cuando menos, fuera de la realidad.
España va bien. Váyase señora Angustias.
Javier S. Sánchez. 1994 (Parece que fue...hoy).
Comentarios
" Si quieres saber como es fulanillo, dale un carguillo ". Bravo !!!!!
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Gracias, JJ. Como te dije, tengo un miniproyecto entre manos. Antes llevaba un tercio elaborado y ahora solo me queda un tercio para completarlo. Va despacio, pero bien. Cuando esté acabado te lo paso.
Javier
" Si quieres saber como es fulanillo, dale un carguillo ". Bravo !!!!!
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