Mientras la fiscal se dirigía al perito, recordó que había olvidado comprar la verdura. Tenía que hacérselo saber con astucia para que nadie en la sala sospechase.
- Señoría- dijo-, es preciso que el perito nos haga saber a todos a qué se debe semejante ensalada de datos que no aportan al caso nada relevante.
Mario, que no acostumbraba a prestarla atención en horas de trabajo, pidió intervenir por alusiones y, a continuación, solicitó un receso.
Salió deprisa y no necesitó recoger sus documentos pues nadie reconocía su letra.
Cuando volvió, entró en la sala con la bolsa oliendo a escarola y coliflor. El juez le dio la posibilidad de aportar más pruebas, pero la rechazó.
De vuelta a casa, Mario, aún jadeante, exclamó:
- ¡ Lo hemos conseguido!
- Por poco, -contestó ella-. Y le dio un beso.
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