“La religión resuelve problemas que no existirían si no existiera la religión”. La frase no es mía, es de Mª Carmen, colega de profesión y mente lúcida donde las haya. La hubiera firmado en el mismo momento que la escuché y el tiempo, con la ayuda de muchos “fieles”, me ha ido dando la razón. Es más, a fecha de hoy podría aplicarse a la política, el sindicalismo y otras artes venidas a menos.
Un medio de derechas a propósito de la Sábana Santa anuncia: “Se trata de una reliquia que llama a la meditación y que apela a nuestra inteligencia y a nuestra fe”. Dudo de lo primero, remito lo tercero a los “fieles” y me permito hacer una corrección a la segunda afirmación: “es un insulto a la inteligencia”.
Estas extravagancias siempre han vendido, desde el caballo blanco de Santiago,- de su tumba mejor ni hablamos; la del apóstol, no la del caballo-, hasta las apariciones de El Escorial, pasando por aquello de la circulación que le costó la vida a nuestro paisano Servet, y lo de Galileo que se libró por tablas.
A medida que pasan los siglos, esto de la fe tiene menos fundamentos; es decir, progresa de forma inversamente proporcional a los avances científicos. Con la teoría heliocéntrica la iglesia perdió una buena cuestión de fe, con su actual comportamiento está perdiendo lo poco que le queda. No obstante, siempre pueden agarrarse a verdades irrefutables (basadas en la fe, claro) como el misterio de la Santísima Trinidad. Ahí no va a haber forma de deshacer el entuerto, para gloria de los mercaderes de los templos. La datación mediante el Carbono 14 ha sido un duro varapalo para muchas de sus historietas, como esta del sudario de Turín. Desconozco si el de Oviedo ha pasado la prueba y si hay otros por el mundo. Trocitos de la cruz debe de haber a miles, solo hay que observar cuántos templos se apelan de la “Vera Cruz” desde Segovia a Caravaca.
Y es que no necesitan ayuda, ellos solitos se bastan y se sobran. Dice una profesora de Doctrina Social de la Iglesia: “de la violación sacas algo bueno, que es un hijo, un don de Dios”, o que al marido infiel hay que “seguir amándole con lágrimas en los ojos, como Jesús lloraba en la cruz”; y una más, “las mujeres maltratadas no deben separarse porque eso es amor”. ¿Comprenden ahora el porqué de la primera frase de este artículo?
Sinceramente me trae al pairo lo que hagan con sus doctrinas; eso sí, siempre y cuando no se paguen con mis impuestos, lo que ocurre en muchos casos. Porque si un día me levanto con la intención de fundar una universidad, posiblemente no tenga acceso a las ayudas y privilegios que tienen otros ciudadanos que, se supone, “somos iguales ante la ley”.
Tratar de enmascarar tanta falsedad con reliquias y oscuros vericuetos no es propio de quien, según los evangelios y el modo de vida de los primeros cristianos, deberían estar hablando de amor y, por supuesto, practicando este supremo mandamiento. Y cuando veamos “cómo se aman los unos a los otros”, quizás nos olvidemos de sábanas santas, “lignum crucis” y apariciones varias. Amén.
Un medio de derechas a propósito de la Sábana Santa anuncia: “Se trata de una reliquia que llama a la meditación y que apela a nuestra inteligencia y a nuestra fe”. Dudo de lo primero, remito lo tercero a los “fieles” y me permito hacer una corrección a la segunda afirmación: “es un insulto a la inteligencia”.
Estas extravagancias siempre han vendido, desde el caballo blanco de Santiago,- de su tumba mejor ni hablamos; la del apóstol, no la del caballo-, hasta las apariciones de El Escorial, pasando por aquello de la circulación que le costó la vida a nuestro paisano Servet, y lo de Galileo que se libró por tablas.
A medida que pasan los siglos, esto de la fe tiene menos fundamentos; es decir, progresa de forma inversamente proporcional a los avances científicos. Con la teoría heliocéntrica la iglesia perdió una buena cuestión de fe, con su actual comportamiento está perdiendo lo poco que le queda. No obstante, siempre pueden agarrarse a verdades irrefutables (basadas en la fe, claro) como el misterio de la Santísima Trinidad. Ahí no va a haber forma de deshacer el entuerto, para gloria de los mercaderes de los templos. La datación mediante el Carbono 14 ha sido un duro varapalo para muchas de sus historietas, como esta del sudario de Turín. Desconozco si el de Oviedo ha pasado la prueba y si hay otros por el mundo. Trocitos de la cruz debe de haber a miles, solo hay que observar cuántos templos se apelan de la “Vera Cruz” desde Segovia a Caravaca.
Y es que no necesitan ayuda, ellos solitos se bastan y se sobran. Dice una profesora de Doctrina Social de la Iglesia: “de la violación sacas algo bueno, que es un hijo, un don de Dios”, o que al marido infiel hay que “seguir amándole con lágrimas en los ojos, como Jesús lloraba en la cruz”; y una más, “las mujeres maltratadas no deben separarse porque eso es amor”. ¿Comprenden ahora el porqué de la primera frase de este artículo?
Sinceramente me trae al pairo lo que hagan con sus doctrinas; eso sí, siempre y cuando no se paguen con mis impuestos, lo que ocurre en muchos casos. Porque si un día me levanto con la intención de fundar una universidad, posiblemente no tenga acceso a las ayudas y privilegios que tienen otros ciudadanos que, se supone, “somos iguales ante la ley”.
Tratar de enmascarar tanta falsedad con reliquias y oscuros vericuetos no es propio de quien, según los evangelios y el modo de vida de los primeros cristianos, deberían estar hablando de amor y, por supuesto, practicando este supremo mandamiento. Y cuando veamos “cómo se aman los unos a los otros”, quizás nos olvidemos de sábanas santas, “lignum crucis” y apariciones varias. Amén.
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