Está presta la fragua,
el viento, el fuego y el barro.
El alfarero de los sueños,
espetón en sus manos,
inicia la cuenta atrás
forjando los últimos suspiros de la noche,
convirtiéndolos en fanal de los allegados.
De arriba abajo,
como desnudándose,
se deshace el carcavón de la sombra.
Tímida su mano,
arranca el eco silencioso de la cúpula,
como en ancestrales clavicordios
que regalan su armonía,
ensancha su palma hasta alcanzar el cenit
y mendigar cada rincón;
buscando tras la mampara de céfiro
el beso frágil de la alondra.
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