jueves, 3 de enero de 2013

El gourmet del bufete



Anselmo era el gourmet del bufete. Repasaba las leyes una y otra vez, las mimaba, las paladeaba, las sabía de memoria. El juzgado olía a pintura rancia; los muros se habían retocado recientemente y sufrían, cómo no, los efectos de la crisis.
Mientras el juez interrogaba a los niños, el acusado, nervioso, miraba la cenefa gris que coronaba la sala intentando evadirse del momento. En un descuido utilizó la bocamanga izquierda para limpiarse el sudor. Entonces, Anselmo hurgó en su maletín hasta encontrar, en un revoltijo de cachivaches, aquello que obligaría a confesar al delincuente.
El abogado miró fijamente al juez, mostró el objeto y sentenció:
-        Presentaremos apelación y esta será nuestra prueba.
La marca de la cuerda en la peonza evidenciaba que nunca había girado en sentido contrario a las agujas del reloj. Eran las 12 en punto.

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