lunes, 27 de febrero de 2012

Bisiesto

               Nuestro planeta viaja a velocidades verdaderamente peligrosas. Difícil de cuantificar, por otra parte, lo que le hace inmune a los radares. Con él, vamos todos y venimos al mismo lugar en una extraña gira sin principio ni fin,  y que ni siquiera nos permite visitar los trópicos, por ejemplo.
               Cuando el lector, si hay alguno que diría David Casillas, se encuentre inmerso en la lectura de este artículo habrá de considerar que la hora que marca su reloj es oficial pero inexacta. El cálculo matemático y su ajuste en el calendario durante siglos, ha conseguido aproximarnos sobremanera a esa velocidad de crucero, pero sin conseguir acertar con la piedra filosofal que posibilitara una existencia en el presente, sin decimales.
Vivimos ligeramente por detrás del planeta que habitamos. Algo parecido a lo que sucede en algunos programas americanos: se celebra una gala, pero al espectador le llega con unos minutos de retraso. Y no es por los ajustes horarios, como nos ocurre con nuestros compatriotas canarios. No, es producto de la desconfianza que genera el presente, el directo. Hemos llegado a la alteración de la realidad en tal medida que no nos fiamos ni de nosotros mismos.
               Los egipcios no tenían televisión con la que poder mediatizar y manipular. Por eso quizá no les preocupaba este asunto. Ellos, podríamos decir, sí vivían al día. Los avances tecnológicos nos permiten   medir el tiempo que tardamos en dar una vuelta alrededor del astro rey, que se ha fijado en 365,242199 días, lo que conocían perfectamente los egipcios que aún no tenían internet ni microondas. A esto lo denominamos año sidéreo.
               Vivimos años sidéreos como si nada, cuando en este viaje es más evidente que pasan sobre nosotros y no al revés. Y eso que nos permiten acercarnos con una exactitud asombrosa a la realidad, al presente, que falta nos hace.
               A decir verdad, siempre hubo intención de acercamiento a este punto, por más que aún hoy haya muchos que se esfuercen en vivir en etapas paleolíticas. Tras el intento de nuestros antepasados de las pirámides, Julio César, que no se cuidó de “los idus de marzo” como le había señalado su adivino de turno, y por eso le pasó lo que le pasó con Bruto y compañía, instauró el llamado calendario juliano. Los emperadores no hacían nada gratis. Lo de las inauguraciones daba votos, como ahora, y por eso sus obras iban señaladas con su nombre, lo que les hacia inmortales como nunca. Incluso se inventó un mes con su nombre, Julio, algo que plagió posteriormente Augusto. Para alimentar más su ego, ambos añadieron un día más a esos meses, dándonos dos días más de vacaciones de verano, y restándolos al mes de febrero, considerado aciago. No hay más que acordarse del 23-F o comparar nuestra nómina con la de enero.
               Asesorado por Sosígenes, gran y desconocido astrónomo, y para evitar finalmente que febrero quedase mutilado,  Julio Cesar procedió a añadir un día extra cada cuatro años. Este día, repetición del día 23, sexto antes del mes de Marzo, dio lugar al actual año bisiesto,  (bi-sexto), ante diem bis sextum Kalendas Martias
               La obsesión por vivir el presente no parecía colmada. De modo que en 1582 Gregorio XIII, dándose cuenta de que el equinoccio vernal ocurría el 11 de Marzo, para ponernos al día y para también lograr la inmortalidad con el nombrecito, estableció el calendario gregoriano. El día elegido para la corrección fue el 5 de octubre, quedando eliminados 10 días de este mes, pasándose directamente al día 15. Como sucediera que Teresa de Jesús murió el mismo día 5, nos explicamos perfectamente por qué celebramos a nuestra Santa el día 15.
               Todos estos ajustes van a permitir nuestra “puesta al día” en este 29 de febrero, que completa un mes denostado sin razón. Tendremos, antes de que comiencen a producirse los nuevos retrasos, un instante para vivir en sintonía con el universo. Rotaremos con nuestro planeta en armonía, viajaremos  su órbita y alcanzaremos nuevos y distintos horizontes en directo, sin falsas tomas.
Pronto se implantarán de nuevo los mecanismos intentando ralentizar el día a día. El miedo escénico también es libre. Unos, procuraremos aventurarnos cada mañana en una nueva búsqueda, en seguir oteando el horizonte para observar que, a pesar de todo, podemos recrear cada amanecer. Otros,  en una vana tentativa de defensa, cuyas posaderas están condenadas a la poltrona de la rutina y la indiferencia, del dejar pasar, esperarán que llegue Bruto y les dé su puñalada de gracia. Cuídense de los Idus de Marzo.

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