domingo, 19 de mayo de 2013

San Boal, 1993


           
Tuve la suerte de conocer a Mª Carmen Sanz, pozaldeja, maestra y poetisa del “Grupo la espiga”,  poco después de nacer su hija Alba. Se mostraba preocupada porque para ese año no tenían pregonero de las fiestas de San Boal que celebran cada 20 de mayo. De vez en cuando, y a medida que pasaban los días con más desasosiego, mostraba su inquietud. Intentaba ayudarla por todos los medios sin que llegásemos a encontrar la solución al problema. Meses después, mediado abril y apenas a un mes de la fiesta grande de Pozaldez, nada más entrar al colegio y con amplia sonrisa me anunció la buena nueva:

-        ¿Sabes, Javier? ¡Ya tenemos pregonero para San Boal!

-        ¡Por finnnnn! Me tenías preocupado.

-        ¿Y quién va a ser?- pregunté intrigado.

-        Tú.

            Un sudor frío recorrió todo mi cuerpo. La ansiedad fue en aumento cuando, revisando la hemeroteca, me encontré con escritores de la talla de J. González Torices, M. García Pásaro,…

             Sí o sí, no había otra opción.

             Hoy, después de veinte años, me siento orgulloso de tener a Pozaldez por mi segundo pueblo. Más allá de ser nombrado “Hijo Adoptivo”, que siempre es un honor, Pozaldez me ha dado muchos y buenos amigos, muchos y gratos momentos en torno al vino y la poesía, al arte y la pasión por esta tierra. La “reedición” del pregón, precisamente el día de San Boal, quiere ser un homenaje a tantas personas buenas como he encontrado en Pozaldez y de cuya amistad y cariño sigo disfrutando.

 
            PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN BOAL. POZALDEZ, 1993.

             Harto difícil es ser pregonero en Pozaldez cuando han desempeñado esta labor D. JOSÉ GONZÁLEZ TORICES, Dª TERESA SALVADOR, D. MARIANO GARCÍA PÁSARO, D. JOSÉ MARÍA ARÉVALO, D. DANIEL PATO MOVILLA. D. JOSÉ LUIS TEJO MARTÍN, D. GODOFREDO GARABITO, D. URBANO GALLEGO CARBAJOSA…, y una interminable relación de nombres y apellidos de tanta hondura literaria como grandeza humana.

             Ruego, por tanto, al acometer esta ardua tarea y, al propio tiempo, entrañable misión, se me conceda licencia para hacerlo al modo más ameno e ilustrativo. Todo ello, en ánimo de no incomodar al auditorio y mover, en palabras de D. URBANO GALLEGO, “las conciencias y no las posaderas”.

            Es, quien les habla, enemigo de ampulosidades y grandilocuencias. En buena hora, hubiera apartado de mí este cáliz de venir a pregonar, de no haber tenido la seguridad de que, el mal trago que me producen estas puestas en escena, lo pasaría en vuestra grata compañía ya que sois gentes nobles; y, por supuesto, con un sorbo del mejor de vuestros vinos.

             Presentadas estas advertencias quisiera que, este vuestro pregón, llegase a todos a modo de anuncio de fiesta y mensaje de amistad. Sin grandes pretensiones, en la sencillez de las palabras y en la generosidad del espíritu.

             Justo es, en principio, agradecer esta invitación que me honra en verdad y conmueve en lo más íntimo. En modo muy especial a Dª María del Carmen Sanz, con quien tengo la suerte de compartir el diario quehacer en el ámbito educativo. Ella ha hecho posible este encuentro. (Y posiblemente no me perdone estas palabras, pero tenía que decirlas).

             Gracias sean dadas a todos por esta fenomenal acogida; gracias a las autoridades y organizadores de tan extraordinario programa de fiestas, -que a uno le viene demasiado ancho-, gracias a la Guardesa Mayor, Mavi, y a sus Damas de Honor, Henar, María José y Silvia que, con solo su presencia dan realce a tan cordial momento.

            Vuestra sensibilidad estética y la fidelidad a una tradición, hacen posible la conmemoración de esta fiesta en la más justa observancia de vuestro pasado. Y hacen posible estas reuniones que no son excepcionales en cuanto, lejos de cualquier diferencia, aparecen como visita a los amigos de siempre. Los lazos de amistad nacen con el ser humano; nosotros nos empeñamos en demostrar que ya existían.

            Si “de poetas y de locos todos tenemos un poco” (unos más que otros de ambos oficios), conviene de cuando en vez, hacer este difícil ejercicio de catarsis que es parir lo que ya quema en nuestro interior.

            Para este, mi primer pregón, pude contar con el consejo y asesoramiento de algunos amigos. También con la inestimable ayuda de vuestro “POZALDEZ, HISTORIA Y VIDA”, trabajo que recoge todo vuestro pasado y habla de vuestro futuro a quien se acerca a Pozaldez. Sin embargo, siempre desee tener a mano un receta- ahora que abundan tanto, como las del Sr. Arguiñano-, para elaborar este texto. Ciertamente no encontré ninguna y , para prevenir este vacío a mis sucesores, a continuación les ofrezco ésta “Receta para ser pregonero en Pozaldez”.

 Conocer esta receta es conveniente

para ser en Pozaldez buen pregonero,

disponer presto el alama por puchero

añadir especiales ingredientes:

 
un puñado de palabras, prendido

un rosal con ternura al mes de mayo,

un poquito de luz, tan sólo un rayo

en ascua de estrellas encendido.

 
Toma las palabras al momento,

haz un poema, injértale al rosal

un racimo de sueños de niñez;

 
pon el alma a la luz, a fuego lento,

lo que dura una oración en San Boal

y ya eres pregonero en Pozaldez.

 

            Al ser designado pregonero en San Boal 1993, he querido conocer mejor vuestro pueblo. Me he acercado en varias ocasiones, unas con recelo y otras con la curiosidad de quien abre su caja de Pandora.

            Me acompañaron en alguna ocasión mis amigos de la Asociación Cultural “Juventud, 91” de Fontiveros, localidad abulense en que resido. En el Bar de Felipe, en “Los Carrilles” y “El Arrabal”, quisimos probar vuestro vino y saboreamos vuestra camaradería. Entendimos desde un primer momento que disponéis una especial hospitalidad al visitante.

             También, en mi soledad, he llegado a Pozaldez. A veces sin tocarlo, para verlo más grande en la lejanía. Para contemplar, dejando atrás Medina, como se dibuja San Boal en el azul de la tarde. Luego, a fuerza de andar vuestras calles, el alma descansa en la sencillez de Santa María. Allí se descubre el encanto de un pueblo castellano que hace alarde de una historia y una cultura que le inundan desde cualquier mirada y le honran sobremanera.

             San Boal, Santa María, Nuestra Señora de los remedios, El Caño,…y otra vez San Boal. De tanto mirar se nublan los ojos en el campanario. Atalaya hundida en la tierra, en los corazones; centinela que toca el cielo con los dedos. Escala de anhelos que transporta el alma y lo envuelve en manojo de lunas y silencios. Porque faltan las palabras y se hace silencio el tiempo y hasta la vida. Aire de fortaleza por los siglos de los siglos y belleza eterna. Por algo te llaman “Giralda de Castilla”.

 
El alma descubre en San Boal

una torre de luz izada al cielo,

llevándose en la palma de su vuelo

la belleza de un pueblo sin igual.

 
Noble enseña, esfinge colosal

de paz teñida, de glorias y de anhelo

que un pueblo, en oración desde el majuelo,

busca al atardecer, siempre leal.

 
Se encumbra Pozaldez en lontananza

mientras arde en el surco la semilla

al silencio de una bienaventuranza.

 
San Boal es tan grande maravilla

que, alcanzando el cielo con su lanza,

toma el nombre de “Giralda de Castilla”.

 
            Ya latía Pozaldez en mi memoria de niño; en ella guardo la imagen de vuestro embajador, Luisito. Regreso a una tierra en torno a la cual ha transcurrido una buena parte de mis años. Primero Medina, casi con la niñez a cuestas, me acogió durante tres años. Seguidamente, en Valladolid durante ocho años más, recibí mi formación de bachiller, magisterio y casi cura.

             Camino de Valladolid ya había descubierto Pozaldez. Muchas ocasiones tuve de observar cómo se encumbra aquí la luz nueva de la “Tierra de Medina”. (Aún no entiendo por qué no se llama “Tierra de Pozaldez”).

             No era lugar de paso. Era lugar de encuentro en mis viajes a vuestra capital. Era, al regreso, el calor del hogar. Desde Pozaldez ya se abre La Moraña abulense. Se me antoja vuestro pueblo, hoy espero también mío, como un balcón desde el que se contempla, gran privilegio, este maravilloso universo que forman dos tierras gemelas. Pozaldez es no abandonar aquellas tierras que llaman “de pan llevar”, y adentrarse con sigilo en esta “tierra del vino”, donde otra vez se agranda el horizonte en la majestuosidad de San Boal; donde, al atardecer, se desparrama el sol entre viñedos.

             Era Pozaldez ecuador en ese camino. Era también, corazón de mis primeros escritos. Tenía la buena costumbre de comenzar a escribir al emprender el viaje. Llegando a Valladolid, firmaría y fecharía aquellos legajos que no tienen sino el valor de la ternura, y eso mismo les ha salvado de la quema.        Era Pozaldez ese instante en el que, el aprendiz de poeta, abrumado por la musa, trata de condensar todo el universo en una palabra, en un verso toda una vida. Alza su mirada y encuentra, en gracia del cielo, la torre de San Boal. San Boal que, en su altivez, es encuentro de horizontes y agudas lanzas hacia el cénit castellano.

            Imagino Pozaldez en el centro mismo de aquellos poemas, verso séptimo de aquellos sonetos que, si el autobús tomaba velocidad, no alcanzarían los catorce versos. O sería el entramado de un cuento de hadas, de una página del diario o de una carta de amor. Era, y sigue siendo Pozaldez, idas y venidas de una luz a otra luz, de un camino a otro camino.

             Tres líneas identifican esta tierra nuestra: la horizontal, que agranda la mirada hasta el infinito; la diagonal del arado que hiere las entrañas de la tierra y la vertical hacia Dios. Dos más quiero añadir en esta tarde. De un lado el Adaja que, a paso de Teresa de Jesús, abre un surco frío en el costado de nuestra geografía. De otro, la vena mudéjar del Zapardiel, senda que siguiera Juan de la Cruz hace también cuatrocientos años. Los dos, en conformidad, fluyen por esta hermosa tierra para hundirla, para fundirla en místico abrazo.

             He encontrado este fervor místico que invade Castilla toda, y que se presiente cuando el caminante acerca el paso a Pozaldez. He encontrado, también, los pregoneros, juglares, voceadores, - ¡qué hermosas palabras-, imagen de afecto que encienden el verso y lo proclaman- ¡qué hermoso oficio!- en cada rincón, vistiendo las noches de lunas y sueños y los días de amaneceres y nostalgia.

            Y el vino. Apenas me atrevo a nombrarlo ante vosotros. Aquí se ofrece vino antes que agua. Me alegro porque “bueno es el vino cuando el vino es bueno, pero si el agua procede de una fuente cristalina y clara…, prefiero el vino al agua”. ¡Ojalá que la fama de vuestros vinos sea imperecedera! Bien es cierto que el vino gana con la edad: ¡¡¡Cuánto mayor soy más me gusta!!!

             En tono menos jocoso quiero recordar este dicho: “¿Qué tendrá el agua cuando lo bendicen?” Y quiero, también, dejar otra pregunta en el aire: ¿Qué tendrá el vino cuando tanto se habla de él?”

 
POZALDEZ, SORBO A SORBO

En miradas azules de la noria

he visto un cielo limpio, inmaculado,

y manojos de soles bien dorados

en las viñas que están llenas de gloria.

 
Un pueblo que su credo hizo de historia

y en su credo se mira enamorado,

que no existe más gloria que un pasado

que se hace futuro en la memoria.

 
He visto renacer en San Boal

la luz que por los siglos se amanece

y es espejo de Castilla en su altivez.

 Hoy quiero, otra vez en el cristal

de la copa que el tiempo reverdece,

beberla sorbo a sorbo en Pozaldez.

            He encontrado un pueblo amante de sus raíces. Enhorabuena porque, entre todos, estáis conservando una importante herencia histórica. MI felicitación a la Asociación Cultural “Las Peñas” por el excelente trabajo que están llevando a cabo. Sé lo difícil que es mantener viva esa inquietud cultural en el ánimo de los jóvenes. Pero hoy, más que nunca, nosotros somos los más necesitados. Conociéndonos mejor, amando nuestro entorno y nuestro pasado, participando en armonía…, no vamos a arreglar el mundo, pero sí crear en nuestro pueblo, en estos escondrijos casi deshabitados, un clima de entusiasmo en el trabajo en provecho de todos.

             Contad, eso sí, con el granito de arena que desde “Juventud ´91” podamos aportar. Para hacer más firme este compromiso, nos disponemos a participar en vuestra próxima Semana Cultural, guardan siempre que lo deseéis, un buen hueco para vosotros en cuantas actividades programe nuestra Asociación.

             Quiero, finalmente, invitaros a todos a que participéis activamente de la alegría de la fiesta. Llegan las fiestas y suena el clarín de llamada, los pozaldejos vienen a rezar a San Boal. Vienen a encontrarse con ellos mismos, a la tierra de donde son y donde muchos tenéis el privilegio de vivir.

             Las fiestas son el sosiego en las labores de todo el año, son lo que un pueblo brinda a sus visitantes por deseo de ocio y alegría. Por eso las fiestas están lejos de intereses y rivalidades. Son el encuentro de todas las personas en la mayor alegría: la alegría compartida. Llega San Boal y aprovechan para mirar de frente esos labradores de la fe, dice Jesús Ángel, “de ojos azules de mirar al cielo y castaños de mirar la tierra”.

            Si la patria del escritor es su lengua, no he querido esta tarde sino encontrarme en casa. Y a fe que lo habéis conseguido.

             Preguntaban a Fray Juan de la Cruz de dónde sacaba las hermosas palabras de sus poemas. Contestaba el frailecillo: “unas las tenía yo y otras me las daba Dios”. Agradezco vuestra acogida a estas palabras que no son mías, unas me las disteis vosotros y otras me las dictaba Dios a la sombra de San Boal.

 Pozaldejos.

 ¡VIVA SAN BOAL!

¡VIVA POZALDEZ Y SUS GENTES!

 

Javier S. Sánchez

20 de mayo de 1993
 
Parece que fue…hoy.

 

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