Me encontraba "reflexionando" sobre esto de la política con un grupo de amigos. Ya saben, arreglando el mundo en el día más adecuado para ello. Estas conversaciones mínimas y ya nacidas "bucleadas" que no sirven sino para perder el tiempo, que no es mala costumbre, suelen acabar con la sentencia de quien más callado estuvo durante la "pelea": "Todos son iguales".
Sin embargo, cada vez que la oigo, como un resorte vuelve un recuerdo a mi mente. Entonces hablo de este señor, pelo canoso, perilla becqueriana que le asoma al romanticismo y un interior para descifrar por partes.
Tuvimos la suerte de conocerle, cuando ocupaba el cargo de Gobernador Civil de la provincia de Ávila, gracias a nuestro trabajo y también a las actividades realizadas por la Asociacion Cultural "Juventud ´91".
Sus dotes de negociador facilitaban enormemente todas las cuestiones de su competencia, como pudimos comprobar; su deseo de permanecer en la realidad-algo a lo que, mayormente, son ajenos los políticos-, le permitía conocer a pie de calle cómo era el trabajo de quienes estaban a su cargo; su accesibilidad invitaba a acercarse a él sin reparo, sin prejuicios, al mismo nivel, de tú a tú como a él le gustaba.
Te recibía en su despacho, sin cita previa, con un cuaderno grande de alambre como el que usan los estudiantes de secundaria, y apuntaba cuanto decías. Escribía y escuchaba, escuchaba y escribía; sabía que él no era el protagonista, sino tú y el problema que le referías. Y cuando habías acabado podía sacar otro tema, o preguntarte por otro asunto. Y cuando salías de un despacho que por el fasto no hacía honor a su humanidad, él movía todo el engranaje para solucionar ese problema. Respondía en plazos increíblemente cortos. Y eso que, entonces, la informática aún estaba en pañales.
Otras veces, cuando le llamabas para comentar algo, te invitaba a quedar en un bar próximo y resolver la cuestión tomando un vino. Y te contaba aquella vez que le paró la Guardia Civil subiendo a Gredos, o cuando desde un pueblo serrano una señora le llamó para decirle que, “se ha ido la luz y se me han estropeado los yogures”. Ni corto ni perezoso, fue al supermercado, compró los yogures y personalmente se los entregó en mano. O te hablaba de su etapa de educador con grupos difíciles.
Cuando vino a Fontiveros, invitado por la Asociación y para tratar, precisamente sobre el “Asociacionismo juvenil”, lo hizo en calidad de maestro y ajeno al despligue de autoridades y Seguridad. Llegó a “La Ermita” con cinco minutos de retraso, algo extraño en él, -que a los organizadores se nos hicieron eternos-, y entró directamente por la puerta que lleva directamente al escenario. Dicho de otro modo, la puerta de atrás. Queda de más decir que en la puerta principal estaban el Ayuntamiento en Pleno y la Guardia Civil esperando su llegada.
Habló de Asociacionismo y habló con los fontivereños de cuanto quisieron hablar; sin guión, sin censura, sin prisas. Al acabar tomamos un refrigerio en la propia Sede, pero enseguida insistió en patear las calles y fuimos a tomar un vino al “Botas”. Por supuesto, tres pasos por detrás de nosotros iba siempre la Benemérita. Una jornada plagada de anécdotas que, a quienes ya le conocíamos, no nos causaba extrañeza. Más de una vez, si se alargaba un acto, prescindía del coche oficial y liberaba a su chófer de la obligación de permanecer allí, por mucho que insistiera en cumplir con su deber.
En definitiva, que si alguna vez oís eso de “Son todos iguales”, podéis decir que no, que al menos hay uno que no es igual, que en su etapa política no fue igual que los demás. Porque se preocupaba de los problemas de los ciudadanos y, lo más relevante, los resolvía independientemente de la importancia que tuvieran. Para él todo era importante, prioritario, fuera un tema de seguridad o los yogures de una viejecita serrana. Nuestros políticos, que tan fuera de la realidad y tan necesitados de referentes se encuentran, bien podrían echar un vistazo a su biografía. Hoy me acordé de él, y le rindo este merecidísimo homenaje a D. Carlos Vacas Belda.
Sin embargo, cada vez que la oigo, como un resorte vuelve un recuerdo a mi mente. Entonces hablo de este señor, pelo canoso, perilla becqueriana que le asoma al romanticismo y un interior para descifrar por partes.
Tuvimos la suerte de conocerle, cuando ocupaba el cargo de Gobernador Civil de la provincia de Ávila, gracias a nuestro trabajo y también a las actividades realizadas por la Asociacion Cultural "Juventud ´91".
Sus dotes de negociador facilitaban enormemente todas las cuestiones de su competencia, como pudimos comprobar; su deseo de permanecer en la realidad-algo a lo que, mayormente, son ajenos los políticos-, le permitía conocer a pie de calle cómo era el trabajo de quienes estaban a su cargo; su accesibilidad invitaba a acercarse a él sin reparo, sin prejuicios, al mismo nivel, de tú a tú como a él le gustaba.
Te recibía en su despacho, sin cita previa, con un cuaderno grande de alambre como el que usan los estudiantes de secundaria, y apuntaba cuanto decías. Escribía y escuchaba, escuchaba y escribía; sabía que él no era el protagonista, sino tú y el problema que le referías. Y cuando habías acabado podía sacar otro tema, o preguntarte por otro asunto. Y cuando salías de un despacho que por el fasto no hacía honor a su humanidad, él movía todo el engranaje para solucionar ese problema. Respondía en plazos increíblemente cortos. Y eso que, entonces, la informática aún estaba en pañales.
Otras veces, cuando le llamabas para comentar algo, te invitaba a quedar en un bar próximo y resolver la cuestión tomando un vino. Y te contaba aquella vez que le paró la Guardia Civil subiendo a Gredos, o cuando desde un pueblo serrano una señora le llamó para decirle que, “se ha ido la luz y se me han estropeado los yogures”. Ni corto ni perezoso, fue al supermercado, compró los yogures y personalmente se los entregó en mano. O te hablaba de su etapa de educador con grupos difíciles.
Cuando vino a Fontiveros, invitado por la Asociación y para tratar, precisamente sobre el “Asociacionismo juvenil”, lo hizo en calidad de maestro y ajeno al despligue de autoridades y Seguridad. Llegó a “La Ermita” con cinco minutos de retraso, algo extraño en él, -que a los organizadores se nos hicieron eternos-, y entró directamente por la puerta que lleva directamente al escenario. Dicho de otro modo, la puerta de atrás. Queda de más decir que en la puerta principal estaban el Ayuntamiento en Pleno y la Guardia Civil esperando su llegada.
Habló de Asociacionismo y habló con los fontivereños de cuanto quisieron hablar; sin guión, sin censura, sin prisas. Al acabar tomamos un refrigerio en la propia Sede, pero enseguida insistió en patear las calles y fuimos a tomar un vino al “Botas”. Por supuesto, tres pasos por detrás de nosotros iba siempre la Benemérita. Una jornada plagada de anécdotas que, a quienes ya le conocíamos, no nos causaba extrañeza. Más de una vez, si se alargaba un acto, prescindía del coche oficial y liberaba a su chófer de la obligación de permanecer allí, por mucho que insistiera en cumplir con su deber.
En definitiva, que si alguna vez oís eso de “Son todos iguales”, podéis decir que no, que al menos hay uno que no es igual, que en su etapa política no fue igual que los demás. Porque se preocupaba de los problemas de los ciudadanos y, lo más relevante, los resolvía independientemente de la importancia que tuvieran. Para él todo era importante, prioritario, fuera un tema de seguridad o los yogures de una viejecita serrana. Nuestros políticos, que tan fuera de la realidad y tan necesitados de referentes se encuentran, bien podrían echar un vistazo a su biografía. Hoy me acordé de él, y le rindo este merecidísimo homenaje a D. Carlos Vacas Belda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario